La ansiedad en niños y adolescentes
La ansiedad es un
mecanismo psicológico que, en su medida adecuada, funciona como sistema de
alarma brindando al niño la precaución ajustada a situaciones de potencial
peligro. Cierto grado de ansiedad controlada es funcional y esperable.
Sin embargo, en un
gran número de niños y adolescentes, la ansiedad responde en forma exagerada.
La función de alerta se desborda, causando sufrimiento interno, pudiendo
afectar la salud física, la adaptación social y el rendimiento académico del
menor.
La ansiedad se
manifiesta a través:
- Del pensamientos; con miedos o preocupaciones excesivas, imposición de imágenes angustiantes.
- Del cuerpo; con sudoración, tensión muscular, dolores abdominales o cefaleas.
- Del comportamientos; inquietud, evitación de las situaciones temidas, timidez.
Puede afectar la
conciliación del sueño o interrumpirlo con pesadillas o sueños de angustia (el
niño despierta sobresaltado sin recordar lo soñado).
Los miedos y su evolución
En el primer año aparecen los
miedos relacionados con ruidos fuertes o personas extrañas.
En los preescolares
es común el temor a la separación de los padres, los animales, la oscuridad,
las tormentas, los seres fantásticos como brujas o fantasmas.
El inicio de la edad
escolar (6-12 años) está marcado por los temores sociales, teme a quedar en
ridículo ante sus iguales, al bajo rendimiento escolar, al daño físico y a las
desavenencias entre los padres.
En la pubertad pueden
surgir preocupaciones sobre las enfermedades y los accidentes.
En la adolescencia
predominan los miedos que tienen que ver con las relaciones interpersonales y
la pérdida de la autoestima (la angustia que causa sentirse menos que los
demás).
Cuando los miedos y
preocupaciones se producen con mayor frecuencia o mayor intensidad o causan
sufrimiento al niño o alteran sus actividades sociales o académicas, podemos
hablar de un posible trastorno de ansiedad.
A menudo se considera
que los menores deberían sobreponerse a los síntomas usando tan sólo la fuerza
de voluntad. Sin embargo esto no es posible sin tratamiento.
Las pesadillas
repetitivas, los sueños de angustia, las quejas sobre dolores o la inquietud
ansiosa pueden estar evidenciando que el niño está sufriendo una ansiedad
excesiva. Si estos síntomas se prolongan es preciso consultar al especialista.
Las fobias
Las fobias son miedos
excesivos a objetos o situaciones que causa conductas de evitación. La persona evita el objeto (ej. animales) o
situaciones (ej. hablar ante un grupo de personas). Las fobias son miedos
patológicos.
Los niños hiper-preocupados
Uno de los trastornos de
ansiedad de mayor frecuencia en niños y adolescentes es la ansiedad
generalizada (AG).
Estos niños sufren
por estar continuamente preocupados por cosas malas que pueden pasar. Se
caracteriza por pensamientos denominados catastróficos:
Posibles enfermedades
de padres u otros familiares, accidentes o muertes. A su vez cualquier hecho
cotidiano puede ser fuente de preocupación, relaciones con los amigos,
rendimiento escolar o deportivo.
Estos niños no suelen
manifestar sus preocupaciones, ya que una parte sana de ellos puede admitir que
son asuntos sin importancia real (tonterías) y no quieren quedar en evidencia
al expresarlas. Sin embargo la preocupación no cesa.
Es difícil, para
padres y maestros detectar a un menor con AG ya que muchos de ellos (no todos)
son vistos a ojos de los adultos como niños obedientes y estudiosos (a veces
perfectos).
Suelen llegar al
especialista luego de quejas somáticas, dolores abdominales o cefaleas sin
causa orgánica, o en un estado avanzado del trastorno, en el que comienza a
interferir en la vida social o académica, o a causa de la depresión que se
asocia frecuentemente a la AG sin tratamiento.
Ansiedad por separación
Los niños afectados por el
trastorno de ansiedad por separación, sufren un malestar excesivo cuando ocurre
o se anticipa una separación respecto del hogar o de algunas de las figuras
significativas (padres, hermanos, abuelos). Se preocupan por la posibilidad de
que sus figuras significativas sufran algún daño, se accidenten o los
secuestren.
Se pueden resistir a
ir a la escuela, a fiestas infantiles o a dormir fuera de casa, por no querer
separarse de sus padres. Pueden tener pesadillas recurrentes con temática de
separación. Cuando ocurre o se anticipa la separación (ej. ir a la escuela) se
quejan de dolores somáticos (cefaleas, náuseas, vómitos, dolores abdominales).
Obsesiones y compulsiones
El Trastorno
Obsesivo-Compulsivo (TOC), es un trastorno de ansiedad, el 4º más frecuente,
pudiendo alcanzar el 5% en la población general.
El TOC se configura
por la presencia de obsesiones y/o compulsiones repetidas que causan un gran
sufrimiento e interfieren en la vida social y académica del menor que lo
padece.
Las obsesiones son
ideas o pensamientos desagradables y repetitivos. Se manifiestan
insistentemente, de forma incontrolable, causando un temor persistente y un
alto nivel de ansiedad. Las compulsiones son comportamientos que el niño realiza
repetidamente para aliviar la ansiedad.
Un niño con TOC[1]
Fran, de 9 años, estaba sentado en silencio en su pupitre al fondo de la clase
borrando la última palabra que había escrito.
Debía tener mucho cuidado porque ya había borrado esa palabra tantas veces que el papel empezaba a
romperse. Le habría gustado pedir a la profesora una hoja nueva, pero no se atrevía. Miró alrededor a los demás
alumnos y se dio cuenta de que
casi habían terminado el trabajo. ¡Él ni siquiera había escrito dos líneas completas! Fran empezó a preocuparse. Sabía
que muy pronto la señorita les
pediría que entregaran los trabajos y, otra vez, tendría problemas por no haberlo terminado.
Se quedó sentado
sintiéndose lento y estúpido y, sobre todo, triste. Sabía por qué borraba
tanto. No lo hacía porque quisiera, sino porque sentía que debía hacerlo. A
causa del TOC que padecía, Fran quería hacerlo todo perfecto.
Desde luego, la otra
parte de Fran no afectada por el TOC sabía que, por mucho que lo intentara, no
podía ser perfecto todo el tiempo. Pero la parte afectada por el TOC siempre
estaba preocupada por hacerlo todo a la perfección. Por ejemplo, la palabra que
escribía. No era nada del otro mundo, solo una palabra. Pero no conseguía hacer
la “a” de forma que quedara bien alineada, por lo que la borraba una y otra
vez. ¿Cómo podía explicarle sus sentimientos a la señorita para que le
entendiera? De repente, la profesora se acercó a su mesa y le cogió el papel.
—Veo que tampoco hoy
has terminado tu trabajo, Fran –dijo ella moviendo la cabeza.
Por la tarde, al
terminar las clases, la señorita llamó a Fran.
— Tengo una nota para
tu madre. Dásela, por favor.
Durante todo el
camino de vuelta iba preguntándose qué diría la nota.
Estaba nervioso
porque, por la mirada que tenía la señorita cuando se la entregó, estaba seguro
de que no serían buenas noticias. Cuando Fran llegó a casa, le dolía el
estómago.
— Ya estoy en casa
–gritó, dejando su mochila y corriendo arriba a su habitación.
Su madre le encontró
poco después enroscado en su cama.
— ¿Un mal día,
cariño? –le preguntó retirándole el pelo grueso y oscuro de los ojos.
— La señorita te ha
enviado una nota, mamá –dijo Fran–. Creo que he metido la pata otra vez
–murmuró con tristeza.
Su madre salió de la
habitación y regresó poco después con la carta en la mano. Sentándose al lado
de Fran en la cama le dijo:
— ¿Por qué no la
leemos juntos? “Querida Sra. Fernandez, Fran no hace los trabajos de clase.
Aunque es muy listo, no parece intentarlo. Es preciso que hable usted con él”.
Doblando la nota su
madre dijo:
— Bueno Fran, ¿crees
que no haces los trabajos por pereza?
— No mamá –contestó
Fran–. Lo intento de veras, pero a veces las cosas no salen como quiero. Como
hoy, que me he quedado estancado en una palabra estúpida porque no me salía una
de las letras.
Su madre le pasó un
brazo por los hombros:
— ¿No crees que ya va
siendo hora de contarle a la señorita lo del TOC y cómo te hace actuar a veces?
Fran murmuró:
— No quería que lo
supiera, mamá, no quiero ser diferente de los demás.
Su madre le contestó:
— ¿Sabes una cosa,
Fran? Eres diferente de los demás. El TOC es sólo una pequeña parte de esa
diferencia, porque sólo es una pequeña parte de ti como persona. Creo que ya es
hora de ayudar a la señorita a entender lo que te ocurre. ¿Qué te parece?
Al día siguiente,
antes de empezar la escuela, Fran y su madre fueron a ver a la señorita. Fran
le dijo que estaba en tratamiento de su TOC, y tuvo que explicárselo a su
profesora. ¡Qué nervioso estaba! Le explicó a la señorita por qué no pudo
acabar el trabajo escrito el día anterior. Después, suspiró hondo y le habló
sobre otras veces que se había sentido preocupado y ansioso en la escuela. Le
dijo cosas como que, a veces, sin importar cuánto tiempo tuviera que pasar en
el baño, no se atrevía a salir al pasillo hasta que viera pasar a otro niño. Le
explicó que, aunque SUPIERA que eran tonterías, la parte del TOC de su persona
le hacía sentir que había algo malo en el pasillo que le podía “atrapar”.
— Me preocupo mucho –dijo
Fran a su profesora, con las palabras saliéndole a borbotones–, pero intento
que no se me note. La señorita le contestó:
— Fran, eres uno los
alumnos más listos que tengo. Me alegro mucho de que me expliques esto de tu
TOC; así ahora puedo entender por qué has tenido problemas con tus trabajos.
Tú, tu madre y yo formamos un equipo y todos tenemos que colaborar para que
puedas sentirte bien en la escuela. Ahora, hablemos sobre qué podemos hacer en
clase para ayudarte cuando el TOC te bloquea y para que no te sientas
frustrado.
Esta historia refleja la realidad de pocos niños, la mayoría de
aquellos afectados, no saben que padecen un trastorno, se creen tontos o
“miedicas” o que van a enloquecer. Tampoco lo saben padres y maestros, lo que
le ocasiona al niño tener que enfrentarse a situaciones humillantes, afectando
su autoestima y su desarrollo.
A propósito de un estudio retrospectivo de adultos con
TOC
Constance H. Foster (2000) refiere que:
• “Durante sus años
de crecimiento, al 80% de los adultos con TOC les fue difícil explicar sus
síntomas a los demás. La vergüenza, la falta de conocimientos sobre el
trastorno y el temor a no ser comprendidos fueron los motivos más citados para
seguir guardando silencio.
• Las personas que
respondieron a la encuesta indicaron que no le contaron a nadie sus síntomas
obsesivos y compulsivos hasta pasados 20 años como media.
• Cuando se les
preguntó qué les hubiera ayudado a cubrir esa falta de tratamiento, las dos
respuestas más frecuentes de los participantes en la encuesta fueron un
diagnóstico más precoz (27%) y un tratamiento más precoz (24%).
Los propios pacientes
con TOC dan fe de la necesidad de una mayor comprensión de su problema.
• Una mayoría de las
personas que respondieron a la encuesta indicó que el TOC influyó de forma
negativa sobre los siguientes aspectos en sus años de desarrollo: disfrutar de
la infancia (81%), relación con sus padres (63%), rendimiento académico (58%),
participación en actividades (56%) y capacidad de hacer y mantener amigos
(55%).”
Relatos de niños diagnosticados con un TOC [2]
“Cuando tenía 5 ó 6 años me
di cuenta por primera vez. Lo mantuve en secreto el tiempo que pude”.
Carlos, 14 años
“Fue un gran alivio
saberlo [que tenía TOC]. Pensaba que estaba realmente loco, o que algo no funcionaba
bien dentro de mí”.
Oscar, 12 años
“¡Cuándo me dijeron
que también le ocurría a otras personas no me lo podía creer!”
Carmen, 11 años
“Los padres no suelen
pensar que su hijo padece un trastorno psicológico: tienden a considerar que
sólo son “cosas de niños” o rarezas que irán pasando con la edad. Unos,
reprenden al chico y, otros, se convierten en sus cómplices. Cuando lo cierto
es que, si no es tratado el trastorno, la frecuencia e intensidad de las
obsesiones y las compulsiones del niño generalmente irán aumentando y la
enfermedad se agravará.” (Foster, 2000)
El papel de la familia en
la prevención de los trastornos de ansiedad.
Si su hijo sufre por algún
miedo o preocupación excesiva es fundamental no negar sus sentimientos. Aunque
sean fantasías o parezcan tonterías, existen en la mente del niño y eso le
afecta en forma real. Utilice la escucha activa.
Para transmitirle
tranquilidad y seguridad no es necesario negar lo que el niño está sintiendo.
Es importante acompañarlo brindándole estrategias de afrontamiento y confianza
de que él podrá superar los miedos, poco a poco.
Ya que en la
etiología de los trastornos de ansiedad los factores genéticos y el clima de
aprensión familiar son frecuentes Si su hijo tiene miedos o preocupaciones,
revise sus propios miedos como padre o madre e intente brindar confianza al
niño para su crecimiento.
No permita que el
niño evite por mucho tiempo situaciones de miedo, de lo contrario el miedo
aumentará. Si los miedos y las preocupaciones se prolongan consulte a un
especialista.
El diagnóstico de trastorno de ansiedad produce un gran alivio a los niños
y adolescentes que los padecen ya que comprenden que sus pensamientos
(exagerados, tontos o desagradables) no son producto de la locura, ni de una
debilidad de carácter, sino de un trastorno que padecen muchos de niños y
adolescentes como él, que tiene cura y va a poder ser ayudado.
[1] Adaptado de: Constance H. Foster. El Trastorno Obsesivo-Compulsivo en el mundo infantil y juvenil. Noviembre 2000
[2] Constance H. Foster. El Trastorno
Obsesivo-Compulsivo en el mundo
infantil y juvenil.
Noviembre 2000
Por diagnóstico y tratamiento para adultos, niños y adolescentes esperamos tu contacto.
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