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TDAH Uruguay - Psicoterapia y Coaching

Ansiedad - Depresión - TDAH. Prof. Fernando Bryt - Psicólogo

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La ansiedad en niños y adolescentes
La ansiedad es un mecanismo psicológico que, en su medida adecuada, funciona como sistema de alarma brindando al niño la precaución ajustada a situaciones de potencial peligro. Cierto grado de ansiedad controlada es funcional y esperable.
Sin embargo, en un gran número de niños y adolescentes, la ansiedad responde en forma exagerada. La función de alerta se desborda, causando sufrimiento interno, pudiendo afectar la salud física, la adaptación social y el rendimiento académico del menor.

La ansiedad se manifiesta a través:
  • Del pensamientos; con miedos o preocupaciones excesivas, imposición de imágenes angustiantes.
  • Del cuerpo; con sudoración, tensión muscular, dolores abdominales o cefaleas.
  • Del comportamientos; inquietud, evitación de las situaciones temidas, timidez.



Puede afectar la conciliación del sueño o interrumpirlo con pesadillas o sueños de angustia (el niño despierta sobresaltado sin recordar lo soñado).

Los miedos y su evolución
En el primer año aparecen los miedos relacionados con ruidos fuertes o personas extrañas.
En los preescolares es común el temor a la separación de los padres, los animales, la oscuridad, las tormentas, los seres fantásticos como brujas o fantasmas.
El inicio de la edad escolar (6-12 años) está marcado por los temores sociales, teme a quedar en ridículo ante sus iguales, al bajo rendimiento escolar, al daño físico y a las desavenencias entre los padres.
En la pubertad pueden surgir preocupaciones sobre las enfermedades y los accidentes.
En la adolescencia predominan los miedos que tienen que ver con las relaciones interpersonales y la pérdida de la autoestima (la angustia que causa sentirse menos que los demás).

Cuando los miedos y preocupaciones se producen con mayor frecuencia o mayor intensidad o causan sufrimiento al niño o alteran sus actividades sociales o académicas, podemos hablar de un posible trastorno de ansiedad.
A menudo se considera que los menores deberían sobreponerse a los síntomas usando tan sólo la fuerza de voluntad. Sin embargo esto no es posible sin tratamiento.
Las pesadillas repetitivas, los sueños de angustia, las quejas sobre dolores o la inquietud ansiosa pueden estar evidenciando que el niño está sufriendo una ansiedad excesiva. Si estos síntomas se prolongan es preciso consultar al especialista.

Las fobias
Las fobias son miedos excesivos a objetos o situaciones que causa conductas de evitación.  La persona evita el objeto (ej. animales) o situaciones (ej. hablar ante un grupo de personas). Las fobias son miedos patológicos.

Los niños hiper-preocupados
Uno de los trastornos de ansiedad de mayor frecuencia en niños y adolescentes es la ansiedad generalizada (AG).
Estos niños sufren por estar continuamente preocupados por cosas malas que pueden pasar. Se caracteriza por pensamientos denominados catastróficos:
Posibles enfermedades de padres u otros familiares, accidentes o muertes. A su vez cualquier hecho cotidiano puede ser fuente de preocupación, relaciones con los amigos, rendimiento escolar o deportivo.
Estos niños no suelen manifestar sus preocupaciones, ya que una parte sana de ellos puede admitir que son asuntos sin importancia real (tonterías) y no quieren quedar en evidencia al expresarlas. Sin embargo la preocupación no cesa.
Es difícil, para padres y maestros detectar a un menor con AG ya que muchos de ellos (no todos) son vistos a ojos de los adultos como niños obedientes y estudiosos (a veces perfectos).
Suelen llegar al especialista luego de quejas somáticas, dolores abdominales o cefaleas sin causa orgánica, o en un estado avanzado del trastorno, en el que comienza a interferir en la vida social o académica, o a causa de la depresión que se asocia frecuentemente a la AG sin tratamiento.

Ansiedad por separación
Los niños afectados por el trastorno de ansiedad por separación, sufren un malestar excesivo cuando ocurre o se anticipa una separación respecto del hogar o de algunas de las figuras significativas (padres, hermanos, abuelos). Se preocupan por la posibilidad de que sus figuras significativas sufran algún daño, se accidenten o los secuestren.
Se pueden resistir a ir a la escuela, a fiestas infantiles o a dormir fuera de casa, por no querer separarse de sus padres. Pueden tener pesadillas recurrentes con temática de separación. Cuando ocurre o se anticipa la separación (ej. ir a la escuela) se quejan de dolores somáticos (cefaleas, náuseas, vómitos, dolores abdominales).

Obsesiones y compulsiones
El Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC), es un trastorno de ansiedad, el 4º más frecuente, pudiendo alcanzar el 5% en la población general.
El TOC se configura por la presencia de obsesiones y/o compulsiones repetidas que causan un gran sufrimiento e interfieren en la vida social y académica del menor que lo padece.
Las obsesiones son ideas o pensamientos desagradables y repetitivos. Se manifiestan insistentemente, de forma incontrolable, causando un temor persistente y un alto nivel de ansiedad. Las compulsiones son comportamientos que el niño realiza repetidamente para aliviar la ansiedad.

Un niño con TOC[1]
Fran, de 9 años, estaba sentado en silencio en su pupitre al fondo de la clase borrando la última palabra que había escrito. Debía tener mucho cuidado porque ya había borrado esa palabra tantas veces que el papel empezaba a romperse. Le habría gustado pedir a la profesora una hoja nueva, pero no se atrevía. Miró alrededor a los demás alumnos y se dio cuenta de que casi habían terminado el trabajo. ¡Él ni siquiera había escrito dos líneas completas! Fran empezó a preocuparse. Sabía que muy pronto la señorita les pediría que entregaran los trabajos y, otra vez, tendría problemas por no haberlo terminado.
Se quedó sentado sintiéndose lento y estúpido y, sobre todo, triste. Sabía por qué borraba tanto. No lo hacía porque quisiera, sino porque sentía que debía hacerlo. A causa del TOC que padecía, Fran quería hacerlo todo perfecto.
Desde luego, la otra parte de Fran no afectada por el TOC sabía que, por mucho que lo intentara, no podía ser perfecto todo el tiempo. Pero la parte afectada por el TOC siempre estaba preocupada por hacerlo todo a la perfección. Por ejemplo, la palabra que escribía. No era nada del otro mundo, solo una palabra. Pero no conseguía hacer la “a” de forma que quedara bien alineada, por lo que la borraba una y otra vez. ¿Cómo podía explicarle sus sentimientos a la señorita para que le entendiera? De repente, la profesora se acercó a su mesa y le cogió el papel.
—Veo que tampoco hoy has terminado tu trabajo, Fran –dijo ella moviendo la cabeza.
Por la tarde, al terminar las clases, la señorita llamó a Fran.
— Tengo una nota para tu madre. Dásela, por favor.
Durante todo el camino de vuelta iba preguntándose qué diría la nota.
Estaba nervioso porque, por la mirada que tenía la señorita cuando se la entregó, estaba seguro de que no serían buenas noticias. Cuando Fran llegó a casa, le dolía el estómago.
— Ya estoy en casa –gritó, dejando su mochila y corriendo arriba a su habitación.
Su madre le encontró poco después enroscado en su cama.
— ¿Un mal día, cariño? –le preguntó retirándole el pelo grueso y oscuro de los ojos.
— La señorita te ha enviado una nota, mamá –dijo Fran–. Creo que he metido la pata otra vez –murmuró con tristeza.
Su madre salió de la habitación y regresó poco después con la carta en la mano. Sentándose al lado de Fran en la cama le dijo:
— ¿Por qué no la leemos juntos? “Querida Sra. Fernandez, Fran no hace los trabajos de clase. Aunque es muy listo, no parece intentarlo. Es preciso que hable usted con él”.
Doblando la nota su madre dijo:
— Bueno Fran, ¿crees que no haces los trabajos por pereza?
— No mamá –contestó Fran–. Lo intento de veras, pero a veces las cosas no salen como quiero. Como hoy, que me he quedado estancado en una palabra estúpida porque no me salía una de las letras.
Su madre le pasó un brazo por los hombros:
— ¿No crees que ya va siendo hora de contarle a la señorita lo del TOC y cómo te hace actuar a veces?
Fran murmuró:
— No quería que lo supiera, mamá, no quiero ser diferente de los demás.
Su madre le contestó:
— ¿Sabes una cosa, Fran? Eres diferente de los demás. El TOC es sólo una pequeña parte de esa diferencia, porque sólo es una pequeña parte de ti como persona. Creo que ya es hora de ayudar a la señorita a entender lo que te ocurre. ¿Qué te parece?
Al día siguiente, antes de empezar la escuela, Fran y su madre fueron a ver a la señorita. Fran le dijo que estaba en tratamiento de su TOC, y tuvo que explicárselo a su profesora. ¡Qué nervioso estaba! Le explicó a la señorita por qué no pudo acabar el trabajo escrito el día anterior. Después, suspiró hondo y le habló sobre otras veces que se había sentido preocupado y ansioso en la escuela. Le dijo cosas como que, a veces, sin importar cuánto tiempo tuviera que pasar en el baño, no se atrevía a salir al pasillo hasta que viera pasar a otro niño. Le explicó que, aunque SUPIERA que eran tonterías, la parte del TOC de su persona le hacía sentir que había algo malo en el pasillo que le podía “atrapar”.
— Me preocupo mucho –dijo Fran a su profesora, con las palabras saliéndole a borbotones–, pero intento que no se me note. La señorita le contestó:
— Fran, eres uno los alumnos más listos que tengo. Me alegro mucho de que me expliques esto de tu TOC; así ahora puedo entender por qué has tenido problemas con tus trabajos. Tú, tu madre y yo formamos un equipo y todos tenemos que colaborar para que puedas sentirte bien en la escuela. Ahora, hablemos sobre qué podemos hacer en clase para ayudarte cuando el TOC te bloquea y para que no te sientas frustrado.
Esta historia refleja la realidad de pocos niños, la mayoría de aquellos afectados, no saben que padecen un trastorno, se creen tontos o “miedicas” o que van a enloquecer. Tampoco lo saben padres y maestros, lo que le ocasiona al niño tener que enfrentarse a situaciones humillantes, afectando su autoestima y su desarrollo.
A propósito de un estudio retrospectivo de adultos con TOC Constance H. Foster (2000) refiere que:
• “Durante sus años de crecimiento, al 80% de los adultos con TOC les fue difícil explicar sus síntomas a los demás. La vergüenza, la falta de conocimientos sobre el trastorno y el temor a no ser comprendidos fueron los motivos más citados para seguir guardando silencio.
• Las personas que respondieron a la encuesta indicaron que no le contaron a nadie sus síntomas obsesivos y compulsivos hasta pasados 20 años como media.
• Cuando se les preguntó qué les hubiera ayudado a cubrir esa falta de tratamiento, las dos respuestas más frecuentes de los participantes en la encuesta fueron un diagnóstico más precoz (27%) y un tratamiento más precoz (24%).
Los propios pacientes con TOC dan fe de la necesidad de una mayor comprensión de su problema.
• Una mayoría de las personas que respondieron a la encuesta indicó que el TOC influyó de forma negativa sobre los siguientes aspectos en sus años de desarrollo: disfrutar de la infancia (81%), relación con sus padres (63%), rendimiento académico (58%), participación en actividades (56%) y capacidad de hacer y mantener amigos (55%).”
Relatos de niños diagnosticados con un TOC [2]
“Cuando tenía 5 ó 6 años me di cuenta por primera vez. Lo mantuve en secreto el tiempo que pude”.
Carlos, 14 años
“Fue un gran alivio saberlo [que tenía TOC]. Pensaba que estaba realmente loco, o que algo no funcionaba bien dentro de mí”.
Oscar, 12 años
“¡Cuándo me dijeron que también le ocurría a otras personas no me lo podía creer!”
Carmen, 11 años
“Los padres no suelen pensar que su hijo padece un trastorno psicológico: tienden a considerar que sólo son “cosas de niños” o rarezas que irán pasando con la edad. Unos, reprenden al chico y, otros, se convierten en sus cómplices. Cuando lo cierto es que, si no es tratado el trastorno, la frecuencia e intensidad de las obsesiones y las compulsiones del niño generalmente irán aumentando y la enfermedad se agravará.”  (Foster, 2000)

El papel de la familia en la prevención de los trastornos de ansiedad.
Si su hijo sufre por algún miedo o preocupación excesiva es fundamental no negar sus sentimientos. Aunque sean fantasías o parezcan tonterías, existen en la mente del niño y eso le afecta en forma real. Utilice la escucha activa.
Para transmitirle tranquilidad y seguridad no es necesario negar lo que el niño está sintiendo. Es importante acompañarlo brindándole estrategias de afrontamiento y confianza de que él podrá superar los miedos, poco a poco.
Ya que en la etiología de los trastornos de ansiedad los factores genéticos y el clima de aprensión familiar son frecuentes Si su hijo tiene miedos o preocupaciones, revise sus propios miedos como padre o madre e intente brindar confianza al niño para su crecimiento.
No permita que el niño evite por mucho tiempo situaciones de miedo, de lo contrario el miedo aumentará. Si los miedos y las preocupaciones se prolongan consulte a un especialista.
El diagnóstico de trastorno de ansiedad produce un gran alivio a los niños y adolescentes que los padecen ya que comprenden que sus pensamientos (exagerados, tontos o desagradables) no son producto de la locura, ni de una debilidad de carácter, sino de un trastorno que padecen muchos de niños y adolescentes como él, que tiene cura y va a poder ser ayudado.

[1] Adaptado de: Constance H. Foster. El Trastorno Obsesivo-Compulsivo en el mundo infantil y juvenil. Noviembre 2000

[2] Constance H. Foster. El Trastorno Obsesivo-Compulsivo en el mundo infantil y juvenil. Noviembre 2000


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