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TDAH Uruguay - Psicoterapia y Coaching

Ansiedad - Depresión - TDAH. Prof. Fernando Bryt - Psicólogo

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Muchas personas han crecido con la sensación de que algo no funcionaba bien dentro de ellas. Que ya desde su etapa infantil tenían dificultades para mantenerse atentos en clase, para estarse quietos en situaciones sociales en las que eso era lo adecuado; que se frustraban, que eran más impacientes que la mayoría o excesivamente lentos o torpes o que no comprendían por qué algunas de las cosas que hacían provocaban reacciones tan exageradas en los demás. Algunos incluso recordarán que sus amigos se reían de ellos por estas cosas y que eso les llevaba a meterse continuamente en conflictos. Esto puede haber persistido durante la adolescencia e incluso hasta la edad adulta, y en esta etapa, es posible que continúen sufriendo estos  síntomas.  
Muchas veces incluso pueden haber tenido problemas por no haber recordado algo que era importante para otros, o por haber reaccionado de forma desmedida ante una situación concreta.
O se han visto envueltos en peleas o discusiones con compañeros de trabajo o amigos, sin saber muy bien de dónde venía esa fuerza que les llevaba a obrar de una forma que no les gustaba…pero tampoco sabían cómo parar y seguían comportándose inadecuadamente sin querer, simplemente porque les costaba ser dueños de sus actos…y esto les ha llevado a sentirse culpables.
Puede que perciban que no pueden llegar a los detalles sutiles de las cosas y que, por ello, por esos pequeños detalles, sus trabajos disminuyen en calidad o que lo que ellos hacen tiene menos valor que lo de los demás.
Todas estas circunstancias dificultan su desarrollo personal, familiar y profesional y, en algunos casos, se cobran un precio muy alto en forma de problemas con la justicia, uso o abuso de drogas, accidentes de tráfico frecuentes, despidos repetidos de distintos trabajos o síntomas francos de ansiedad o depresión.

A veces los problemas no son tan graves pero producen mucho malestar en forma de sensaciones de inadecuación, de escasa eficiencia o de inseguridad en sus propias capacidades.
En casa puede ser difícil comprenderlos porque presentan un comportamiento raro a ojos de los demás, porque no recuerdan un recado que alguien les dio, olvidando lo importante que era para la otra persona; porque reaccionan de una forma exagerada ante la mínima contrariedad o porque llevan a cabo las labores domésticas sin el cuidado requerido.
En el trabajo, los compañeros pueden pensar que son distraídos, que no escuchan, que no siguen las instrucciones, “que pasan de todo”, que son descuidados.
Entre sus amigos pueden ser “los despistaos” o los imprevisibles, “a los que se les va la olla”; y lo mismo entre los vecinos o conocidos.
Y esto que les hace sufrir…que les hace la vida más difícil… puede ser debido a un trastorno no diagnosticado. Porque cuando los adultos actuales eran más jóvenes había muy pocos especialistas que prestaran atención a estos síntomas y se tendía a etiquetarlos como niños problemáticos, malcriados o vagos.

A estos niños se les dedicó poca o ninguna atención e incluso se les apartó de los que seguían una senda “normal” de desarrollo, de los buenos. Muchas de estas personas son cariñosas, inteligentes, creativas y consiguen llegar a metas muy altas, pero sienten que el esfuerzo requerido es mucho mayor para ellos que para otros. Además, hace años los niños no estaban expuestos a la inmensidad de estímulos que ahora nos rodean (teléfonos móviles, alarmas, posibilidades de actividades extraescolares, tráfico, luces, etc.).
En muchos casos, estos adultos padecieron y siguen padeciendo un TDAH, y nadie es culpable de sufrir un trastorno.

Diagnóstico


Actualmente el TDAH se considera el trastorno mental no diagnosticado más común en los adultos. Con frecuencia, los adultos con TDAH son diagnosticados cuando se lo diagnostican a sus hijos y les preguntan si ha habido algún caso en la familia. Entonces el padre o madre del chico/a en cuestión hace un repaso a su historia personal y se siente identificado con lo que ahora le está ocurriendo a su hijo. Incluso comienza a darse cuenta de que se ha acostumbrado a vivir con unos síntomas que le dificultan mucho el día a día. Hasta hace relativamente poco, se pensaba que los niños y adolescentes que padecían un TDAH iban mejorando con la edad y que al llegar a la etapa adulta, los síntomas disminuirían en intensidad hasta desaparecer. Sin embargo, en los últimos años, se ha terminado por aceptar que muchos adultos continúan presentando síntomas de TDAH, y por lo tanto, son susceptibles de intervenciones que les permitan vivir mejor y reducir esos síntomas tan molestos. Las investigaciones actuales estiman que en torno a un 65% de los niños diagnosticados con TDAH pueden continuar presentando en la edad adulta síntomas como inatención, impulsividad e hiperactividad, que son los característicos del trastorno y que están presentes desde antes de los 6 años de edad en aproximadamente un 2-4% de los adultos. Mientras en la infancia, se presenta en una relación de 3 niños por cada niña, en los adultos, la relación es de 2 hombres con TDAH por cada mujer, o incluso menor.
Hoy sabemos que el TDAH tiene un componente hereditario, que hace que sea más frecuente entre hijos de padres que lo padecieron, por eso es más fácil que en adultos esté presente entre los padres de niños diagnosticados.
Si uno sospecha que padece o puede haber padecido un TDAH, antes de acudir a un especialista debe formularse preguntas del tipo de:
o   “¿Tengo evidentes dificultades para mantener la atención?
o   ¿Estoy continuamente moviéndome?
o   ¿Siento esto esto desde que era un niño?
o   ¿Me cuesta controlar mi temperamento?
o   ¿Estoy frecuentemente de mal humor?
o   ¿Me ocurre esto en el trabajo…en casa…en la calle, en casi todos los sitios?
o   ¿Mi familia o amigos me dicen que tengo un problema de este tipo?”
Si la mayoría de estas respuestas son afirmativas, lo recomendable es acudir a un especialista, ya que el diagnóstico no es fácil. Una vez determinado que lo padece hay varias medidas que se pueden tomar para mejorar la situación.
Los actuales criterios diagnósticos para el TDAH en adultos son muy similares a los de los niños según el Manual de Diagnóstico y Estadística de los Trastornos Mentales (DSM-IV) y pueden definirse como:
1.     Dificultad para prestar atención a pequeños detalles o comisión de errores por descuido en el trabajo.
2.     Movimiento constante de manos o pies, o inquietud en la silla cuando se supone que debería permanecer sentado.
3.     Dificultad para mantener la atención de forma sostenida en sus tareas o incluso durante sus actividades de ocio.
4.     Incapacidad para estar quieto en situaciones sociales en las que se esperaría que lo estuviera.
5.     Sensación de que no escucha incluso cuando se le habla directamente.
6.     Sensación de inquietud e intranquilidad interna.
7.     Dificultad para seguir instrucciones y terminar adecuadamente los trabajos.
8.     Dificultad para disfrutar de actividades tranquilas en sus ratos de ocio.
9.     Dificultad para organizar sus actividades de la vida diaria (planificación y manejo del tiempo).
10. Sensación de estar en movimiento constante “como con un motor dentro”.
11. Evitación de trabajos que requieran un esfuerzo mental sostenido y posposición crónica de tareas (“Ya lo haré más adelante”).
12. Excesiva locuacidad.
13. Facilidad para perder cosas.
14. Respuestas impulsivas, incluso anteriores a que terminen de preguntarle.
15. Excesiva facilidad para la distracción.
16. Dificultad para esperar su turno.
17. Olvidos frecuentes de obligaciones diarias.
18. Interrupciones e intromisiones constantes en las conversaciones y actividades de los demás.
No todas las personas con TDAH presentan todos los síntomas ni con el mismo nivel de gravedad. Cada persona tendrá su propio perfil sintomático que tendrá como resultado una mayor o menor merma de su calidad de vida, y estos factores deben considerarse a la hora de decidir el mejor tratamiento para cada uno. Muchos lograrán llevar una vida feliz y productiva.
Un psicologo especialista en TDAH es el profesional ideal para llevar a cabo una exhaustiva evaluación clínica, que es el método definitivo de diagnóstico. No hay exploraciones complementarias definitivas (ni resonancias ni electroencefalogramas ni análisis de sangre…), que garanticen el diagnóstico, ya que los criterios de evaluación son puramente clínicos, como acabamos de ver.
La evaluación clínica incluye una recogida exhaustiva de datos de la historia clínica, con especial hincapié en la historia del desarrollo temprano, de su curriculum escolar, de su trayectoria profesional y de sus experiencias en las relaciones sociales, y esto suele precisar de entrevistas de no menos de dos horas, en una única sesión o dividida en dos o tres sesiones. Lo ideal es que además acuda a la consulta con el interesado algún familiar que pueda aportar información adicional (alguno de los padres o algún hermano que pueda complementar la historia del desarrollo temprano y corroborar las percepciones actuales del evaluado). Es importante tomar información acerca de cómo se desenvuelve en los distintos ambientes.
Como ya hemos mencionado en otros apartados, tanto el diagnóstico como el plan de tratamiento deberían hacerse de forma individualizada, teniendo en cuenta las particulares características de cada persona, la composición de su familia, el tipo de trabajo que realiza y los medios de los que dispone.

Tratamiento
Teniendo en cuenta las dificultades que estos adultos encuentran en el desarrollo de sus actividades diarias, para muchos de ellos, el simple hecho de tener un diagnóstico claro y una orientación terapéutica posterior a la evaluación clínica, ya les proporciona una importante sensación de alivio. Este alivio procede fundamentalmente de la liberación de culpabilidad que genera una explicación coherente a eso que notaban dentro y a lo que no sabían cómo enfrentarse. Liberarse de culpa permite mejorar la percepción que tienen de sí mismos y comenzar a elevar su autoestima, que es uno de los puntos cardinales del tratamiento.
Existen diversos abordajes terapéuticos que pueden ayudar a estas personas a manejar los síntomas que hemos descrito antes. Lo primero que suele hacerse es psicoeducación, es decir, un afrontamiento del trastorno consistente en la transmisión de información por parte del especialista tanto a los adultos diagnosticados como a los miembros de su familia, acerca de la naturaleza del trastorno y su tratamiento, que se acompaña del ofrecimiento de un marco en el que poder mejorar la transmisión de las emociones que acompañan al padecimiento de los síntomas y una mejoría de la comunicación global con los demás. Vendría a ser la creación de un entorno más favorable, primero en el ambiente familiar. Este primer paso, crea una base de confianza sobre la que poder construir el proceso de recuperación, los cimientos de un nuevo planteamiento de vida, que precisará de algún tiempo hasta adaptarse a las necesidades de cada persona. Posteriormente, habrá que realizar ajustes en los ambientes en los que más evidentes sean los síntomas.
Muchas de estas personas presentan problemas en el trabajo. En estos casos, una intervención psicoterapéutica que permita un acompañamiento del paciente de tipo “coaching”, en el que conseguir ajustar las condiciones laborales a sus necesidades, suele ser de gran eficacia. Concienciar a las personas más cercanas al paciente, de forma parecida a como se realiza con la familia, puede ayudar en algunos ambientes. Si sus compañeros y/o jefes conocen que usted es más “lento” o “disperso” o “rápido pero atolondrado” que la mayoría y a la vez confían en que ese tiempo extra les permitirá hacer bien su trabajo, la relación laboral generalmente mejorará. Adoptar estrategias prácticas que permitan priorizar lo importante (confección de listas, recordatorios en diversos lugares, alarmas en determinados momentos, concreción de un plan con tiempos definidos para las distintas secuencias, etc.) puede ser muy útil para no sentirse perdido en ese proceso. Otro tipo de intervenciones posibles son una psicoterapia de tipo introspectivo que permita afrontar  las dificultades del día a día, tratando de reconocer patrones que se han repetido de forma desadaptativa a lo largo de la vida, para tratar de encontrarles una explicación que nos permita sustituirlos por patrones más adaptativos, a través de técnicas de escucha activa, clarificación, confrontación, interpretación, etc. Otras intervenciones pueden ir enfocadas al momento, al aquí y ahora, para tratar de superar las dificultades concretas que están encontrando, como ocurre con las psicoterapias de orientación cognitivo conductual. O dirigiéndose a un ámbito concreto de la vida de la persona, como pueden ser las relaciones interpersonales, en la psicoterapia interpersonal, que puede ayudar a manejar mejor la interacción con otros. También una perspectiva más cognitiva que busque modificar ideas que han pervivido durante años en la cabeza de la persona de forma rígida, a las que se les ha dado entidad de verdad y que muchas veces proceden de aprendizajes distorsionados o experiencias traumáticas, puede ayudar a generar nuevos planteamientos de vida que ayuden a minimizar el sufrimiento. Hay diversos abordajes psicoterapéuticos que pueden ayudar a estas personas y en cada caso habrá un tratamiento que irá mejor. Hemos mencionado sólo algunas de las opciones más utilizadas habitualmente, pero eso no quiere decir que no haya otras también interesantes y es el especialista quien mejor puede determinar el que mejor se adapta a cada persona.
Por supuesto, al igual que en niños y adolescentes, los adultos pueden beneficiarse de los tratamientos farmacológicos que se utilizan en los más jóvenes, como el metilfenidato en sus distintas formas de liberación, las sales anfetamínicas y la atomoxetina, ajustando las dosis al peso y las características de cada persona. Para los casos más graves, las investigaciones comparativas de diferentes tipos de tratamiento coinciden en que lo mejor para mejorar los síntomas del TDAH es la combinación de medicación y psicoterapia. En los casos más leves podrían bastar algunas de las medidas mencionadas anteriormente.

En muchos casos, va a ser necesario tratar alguna de las complicaciones a las que puede llegarse mientras se padece el TDAH, y en ese caso es posible que haya que lidiar con una afectación del estado de ánimo, ansiedad, insomnio, abuso de sustancias, abstinencia a sustancias, etc. En ese caso los tratamientos deben ser orientados por el especialista de forma personalizada e incluso puede ser necesario el uso de medicación ansiolítica, antidepresiva, etc. Como ya hemos mencionado, hay una variedad de aspectos de comportamiento social, académico, vocacional o de relaciones interpersonales que pueden ser atendidas por el especialista, para tratar de conseguir ajustes que minimicen los defectos de cada persona y promocionen sus virtudes. Muchos adultos con TDAH pueden tener una vida feliz y productiva en muchos ámbitos.

By E. d'Ornano, adaptado por Fernando Bryt



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